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Mbalata Beach. Por qué alejarse de las arterias principales.

La parada en Mbalata Beach, en nuestro recorrido por la isla de Flores, supuso no sólo alejarse de los núcleos turísticos sino también de las vías principales de comunicación. Eso sí, solamente habíamos hablado por whatsapp con el dueño de un pequeño alojamiento tradicional que ni siquiera sabíamos si existiría.

Esta es en realidad la última parada en nuestro recorrido de un mes por la isla de Flores.

Cuando llegamos al Mbalata Beach Cotagge Inn, en nuestro shared car desde Riung, tuvimos que recorrer un km a pie porque el conductor no lo tenía muy claro. No nos importó, ya que se trataba de un pueblecito muy apacible y era pronto por la mañana.

Al llegar al lugar exacto, nos encontramos las casitas tradicionales de las fotos que habíamos visto, sin letrero ni nada, y una pequeña edificación central con pinta de chiringuito abandonado. Era allí. Salió a recibirnos Bander, el perro.

Mbalata Beach

No teníamos muy claro si vendría algún ser humano, pero el sitio era una pasada. Al lado del mar, con los arboles tropicales modelando el paisaje y dando sombra a una playa negra, inmensa, con el volcán Inerie de fondo… Sí, sabíamos que este lugar remoto nos iba a encantar.

Mbalata Beach

El lugar prometía, y no nos decepcionó. Al rato llegó Francis, nuestro anfitrión, que se ocupó de que esos días estuviéramos mejor que en casa. Éramos sus únicos huéspedes desde hacía tiempo. Nos explicó que desde la pandemia para acá se había visto obligado a cerrar, por falta de viajeros.

Así que tomad nota. Un playón gigantesco, limpio, con arrecifes de coral cercanos, con un alojamiento así… Esto es otro nivel.

Mbalata Beach Cottage

Las cabañas están hechas según el estilo tradicional, usando principalmente madera de bambú. Construidas en forma de «A», la parte de arriba está abierta, lo que le da un toque aún más auténtico. Se duerme con el sonido del viento y del mar. Lo cierto es que parecía sacada de un cuento.

Nos quedamos un par de noches en este lugar, disfrutando de la tranquilidad y la autenticidad de este rincón de la isla de Flores.

De aquí ya volvimos hacia Labuan Bajo en otro shared car y tomamos el vuelo a Yakarta. En Labuan Bajo de vuelta, al ver a los recién llegados a la isla, nos acordamos de nosotros mismos tan solo un mes atrás en este mismo lugar. Ahora, cansados, con olor a humo en la ropa y con todos los senderos, caminos y sonrisas en nuestra memoria, notábamos que algo había cambiado. Nos llevábamos la isla de las Flores con nosotros, ya que nos habíamos asegurado de recorrerla lo suficientemente despacio como para dejarnos acariciar por cada hoja, con cada ola y con cada bocanada de aire. Nos llevábamos los olores, los sabores, los volcanes y la selva. Y este es precisamente el motivo por el que viajamos.

Fin… de momento.

¡Abracines!

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